Cuando a un amigo se le pide un
favor, lo normal es que no tengas que dar muchas explicaciones y es muy
probable que recibas lo que esperas si hay algo de confianza.
Que Rajoy le pida a C’s su apoyo y
que éste se lo dé no tiene nada de especial. Hay confianza a través de la
ideología. Es difícil pensar que una derecha desconfíe de la otra derecha, en
relación a las grandes políticas y principios generales de un programa de
Gobierno, puesto que ambos comparten la ideología neoliberal.
Más difícil es conseguir el favor de
quien no es tu amigo. Necesitarás dar muchas explicaciones sobre lo que quieres
hacer, ganarte su confianza y credibilidad y ofrecerle algo a cambio.
Desde sus orígenes el PP lleva aplicando
una misma forma de gobierno en todas las administraciones como si estuviésemos en
un sistema democrático de carácter mayoritario. Entendiendo su poder como
absoluto a pesar de que el apoyo de la ciudadanía siempre ha sido relativo. En definitiva,
los líderes del PP, sean Alcaldes, Presidentes Autonómicos, Presidentes de
Diputaciones o del Gobierno, entienden su poder como si estuviesen legitimados
en elecciones de carácter presidencialista, cuando nuestro sistema democrático básicamente
es de representativo y los gobiernos son de elección indirecta.
Y lo peor es que esa entendida “legitimidad
presidencialista” la trasladan a la hora de implantar un proyecto político y un
programa de gobierno, aunque el respaldo recibido no supere el 33% de los ciudadanos
y ciudadanas de este país, como sucede actualmente.
En definitiva, se traslada a la
ciudadanía una idea de legitimidad democrática falsa. Si saco más diputados que
otro partido, es que gano las elecciones y por lo tanto gozo de legitimidad
para formar gobierno e imponer enteramente mi programa y punto. Y a los demás
que no me han votado, que les den.
Pocas explicaciones, falta de
credibilidad harto demostrada en estos últimos cuatro años con los recortes, la
precariedad laboral, la ley mordaza y la irresponsabilidad ante los graves
casos de corrupción política del PP. Y ni una propuesta para aquellos grupos
políticos que no representan su electorado. Difícil lo tiene para encontrar un
amigo que le haga un favor.
Que nadie se equivoque, ni Rajoy ni
su equipo son tontos ni pardillos. Es todo más sencillo: quieren todo el pastel
y si para conseguirlo es necesario provocar unas terceras elecciones en Navidad,
lo harán.
Por ello, nada es de extrañar un
discurso de principios vagos, de conceptos sobre soberanía y ciudadanía
decimonónicos, de una visión excluyente de España y de lo que necesitan los
españoles. Y ni una palabra de respeto a aquellos que tienen otras ideas, otros
proyectos, otra visión del estado y del gobierno. Ni una pizca de respeto a los
representantes de otros grupos políticos que también han sido votados por personas
y que, para Rajoy parece que éstos, por ser progresistas o de izquierdas, no
son ciudadanos y ciudadanas de este país, ni merecen tal consideración.
Esta concepción de la legitimación
para formar gobierno, de la representación, de la ciudadanía y de la nación expresada
en el discurso de Rajoy, es simplemente sectaria y a eso es a lo que yo tendría
pánico, no a escuchar villancicos delante de las urnas.
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