En
estos últimos días de julio hemos podido ver en Crevillent, un nuevo episodio
de una praxis política clásica propia de los regímenes políticos próximos a su
caída o se encuentran en momentos de muy baja popularidad. Se trata de buscar
un enemigo exterior como causa de sus desdichas y así provocar la cohesión
interna y la movilización necesarias para retener el poder y mantener el
régimen.
También
suele ocurrir con frecuencia en la política española, que los mismos políticos
que se empujan para salir en la foto, cortando cintas en las inauguraciones
pagadas por todos los ciudadanos, son los primeros que huyen, desaparecen y se
esconden cuando se trata de asumir responsabilidades de sus fracasos o sus
errores.
Aunque
en este último episodio, el régimen lo encarna el Sr. César Asencio, Alcalde de
Crevillent desde hace veinte años, y el enemigo exterior singularizado en la
figura del ex interventor municipal. No ha sido, ni es, ni será el último caso.
La
indignación del Sr. Asencio, respecto a la existencia de normas específicas de
los habilitados de carácter estatal distinto del resto de funcionarios, es
extemporánea. Su origen en democracia hay que datarlo en los años ochenta.
Además, gran parte de la legislación autonómica sobre esta materia, fue
aprobada por el PP en las Cortes Valencianas, siendo él diputado autonómico y
responsable de política local de la ejecutiva regional del PP, de la mano del
Sr. Costa. Y por si no fuese poco, el Gobierno del Sr. Rajoy aprobó una reforma
local, que da más poder a los Interventores, en detrimento de la soberanía
popular encarnada por los concejales y alcaldes electos.
Y todo esto, sin haberse entrado al fondo del expediente disciplinario, ni determinado responsabilidad alguna, lo que merecería, a priori, cierta prudencia y responsabilidad en cualquier tipo de declaraciones.
Lo
contrario de responsabilidad es irresponsabilidad y lo peor en
irresponsabilidad, es tratar de arrastrar a otros colectivos y entidades
cívicas, en una dinámica de derivación y dilución de sus propios errores. Suele
ocurrir con frecuencia cuando se confunde el servicio a los demás con el
servicio para sí mismo, propio de un régimen.
Lo
responsable y sensato en este último episodio, es no persistir en un conflicto contra
un funcionario, que ya no lo es de este Ayuntamiento, y cuya reapertura de
expediente disciplinario costará dinero de todos los ciudadanos, sin que estos
sean beneficiarios.
Ninguna
trayectoria política, por muy profesional de la política que se sea, es un aval
ni de credibilidad, ni decencia, ni de moral intachable, y por supuesto, no es
un motivo de adhesión inquebrantable a una causa. Claros ejemplos de imputados
y corruptos habían estado en política siempre y apelaron a causas muy nobles.
Lo
cierto es que todo cargo público tiene sus claroscuros, aciertos y errores. La
diferencia con el verdadero servidor público, a mi entender, radica en aquellos
que atribuyen los claros como un hito de su pueblo, y los oscuros asumiendo su
responsabilidad sin condiciones. Eso es liderar y servir al ciudadano y es lo
que se espera de un Alcalde.
Más
de veinte años siendo Alcalde y otros tantos en la oposición, da para muchos
claroscuros, para cortar muchas cintas y escribir muchas autoalabanzas. Y
también para no asumir ninguna responsabilidad, derivando en otros sus
fracasos.
El
Teatro, la rehabilitación de las 98 viviendas, la urbanización de Ronda Sur, la
reforma de la ciudad deportiva norte, la residencia de la tercera edad en el
Realengo, el balneario, el Plan General, la urbanización del Pinar, los cinco
millones de euros perdidos en sobrecostes de terrenos, los seiscientos mil
euros en un obelisco, los más de 80 mil euros en una valla innecesaria en el Parque
Municipal, la prescripción de más de cien mil euros de la recaudación
municipal, el estado lamentable del centro urbano plagado de solares vacíos y
de edificios en ruina, o cuando lideramos la tasa relativa del paro en la
Comunidad Valenciana de entre los municipios de más de veinte mil habitantes,
etc. Son fracasos en los que no se ha
querido asumir ningún tipo de responsabilidad.
El
Sr. César Asencio, siempre encontró otros responsables. Desde los coros y
entidades culturales por retrasar el proyecto del Teatro, pasando por los
promotores privados cuando ya no le vale la foto de la primera piedra, a los
vecinos que no se comportan cívicamente, a los funcionarios, a las consellerías
y ministerios, a cuando gobernaba la izquierda hace más de veinte años, a los
sindicatos, a las leyes que él mismo ha aprobado o su partido, al antiguo
recaudador, a la oposición aunque no tenga la mayoría, a los jueces y magistrados
de distintos tribunales cuando pierde las sentencias, a la geología cuando no
puede hacer algunas obras, a la crisis, a Zapatero, a Cosital y por último, a
el ex interventor, el enemigo exterior.
Igual
que un alcalde tiene sus claroscuros, ocurre también con los funcionarios,
donde los hay díscolos, pero también seguidistas del gobierno de turno. Los hay
que aciertan y también se equivocan, por eso, más que abrir causas generales
contra nadie, soy partidario de analizar acto a acto y evaluar cada decisión. Es
a mi entender, lo más sensato y lo más justo.
Hay
quienes quieren creerse dioses en el Olimpo, con el poder de la virtud y la
verdad y atribuir responsabilidades a la estirpe humana de sus desdichas.
Afortunadamente,
si se confirman los aires de cambio, será necesario cambiar radicalmente de
formas de hacer política y aprender de todo lo ocurrido. Que pasa
inevitablemente por: asumir la responsabilidad de los fracasos, que también los
habrá, liderar el consenso y el diálogo para llegar a compromisos con todos, no
olvidar nunca que se está para servir al ciudadano y no para servirse y hacer
partícipes de la toma de decisiones a la ciudadanía. Sobre estas bases debe
construirse una política local democrática propia de los tiempos que corren.
Comentarios
Publicar un comentario