¿HUELGA GENERAL O HUELGA POLÍTICA?


Dice la comunidad social, política y mediática de la derecha que la huelga del 14N era una huelga política. Cierto, lo es. Nadie ha pretendido que no lo sea, todo lo contrario, es un instrumento político de carácter colectivo que pretende a través de la presión popular, reorientar las políticas de un Gobierno o incluso cambiar un sistema por completo. Parece ser absurdo que la derecha apele a ello para deslegitimarla o denostarla pero, no lo es puesto que detrás de la huelga política le sigue el argumentario de la legitimidad democrática del Gobierno elegido en las urnas o del estatus quo (del sistema capitalista) constitucionalmente reconocido. Y entonces, todo cobra un sentido si a estos argumentos le añadimos que la izquierda pretende suplantar, a través de una huelga general, la legitimidad que dan las urnas al actual gobierno. Entonces, el razonamiento de la derecha cierra por completo su circulo argumental.
Alguien debe decir con mediana claridad que la huelga es un instrumento de presión y contrapeso de la clase trabajadora, que ha sido aceptada por el propio sistema constitucional y democrático contemporáneo para su propia supervivencia. Y no viene de ahora sino de hace décadas, por no decir siglos, que o se reformaba el sistema o se rompía a través de la revolución social.


La huelga general es un derecho y un instrumento de los trabajadores y en general de los ciudadanos que se incorporan al sistema democrático y de libertades, de igual manera que son derechos e instrumentos políticos las elecciones, las manifestaciones, las concentraciones, las peticiones a las administraciones, etc.
Quien verdaderamente cree en un sistema democrático avanzado propio del siglo en el que estamos, no se puede quedar en una concepción tan simple y originaria propia de hace varios siglos, que presupone que la democracia es lo mismo que elegir a un gobierno a través de las elecciones y que ese gobierno legal lo es todo en el sistema. Una parte no es el todo.
Cuando uno escudriña en los sistemas democráticos de otros países, la primera consideración que se hace es que nadie es perfecto y en todos los sistemas existen debilidades y fortalezas. Pero el nuestro quizás sea de los sistemas democráticos donde con mayor claridad se observa la inadaptación del sistema político con la cultura cívica y política de sus ciudadanos. Habría que remontarse a la reciente historia de la transición política y la anterior dictadura para encontrar el porqué de esta inadaptación.
Lo cierto es que este país en comparación a otros de nuestro entorno tiene importantes debilidades y lagunas en cuanto a los instrumentos del sistema democrático, empezando por un sistema electoral perverso que debilita el dialogo y el consenso a favor de gobiernos hegemónicos y absolutos. O el propio instrumento de huelga donde lejos de protegerse como derecho se criminaliza como un problema de orden público.
Este país, carece de sistemas de referéndums y consultas populares en todos los niveles. Pongo un ejemplo que siempre me ha llamado la atención: cuando critican el sistema democrático de Venezuela por aquello de cierta animadversión al populista Chavez. No pretendo refrendar ni su política ni poner como ejemplo de sistema democrático su constitución, pero sí que puedo decir que ya me gustaría que en este país, con un millón de firmas fuese obligatorio realizar un referéndum revocatorio del mandato de un Presidente que también fue elegido democráticamente. También existen situaciones similares en ciertos estados de los EEUU. En este país la elección de un presidente supone un cheque en blanco para cuatro años.
Este tipo de instrumentos, para aquellos que denostan las huelgas políticas, son útiles para que partiendo de sus propias premisas despolitizarlas y llevarlas al ámbito económico como reza el empresariado.
En este país está penalizado, limitado y censurado constitucionalmente el mecanismo de la consulta ciudadana en temas centrales como puede ser la política fiscal. Si a un ciudadano o a un trabajador en aspectos tan trascendentes para su bienestar y supervivencia, no puede decidir todos los días sino cada cuatro años, no le cabe otra opción que utilizar cualquier resquicio sea la concentración o manifestación o la huelga general para manifestar políticamente su deseo de cambio de rumbo o su desafección.
La huelga general es una huelga política, lo sabemos y lo que no sabe o deliberadamente no quiere saber gran parte de la derecha, es que además de ser legal también otorga legitimidad a un gobierno y a un sistema. Una huelga general no decide que partido o que políticos han de gobernar, no es el instrumento apropiado pero, si es un instrumento que sirve para limitar el alcance de una política determinada y está refrendada por aquellos que secundan activa o pasivamente una huelga general.
Si el Gobierno o gobiernos de turno no asumen que la huelga general también es un instrumento al servicio del sistema democrático y por lo tanto también otorga legitimidades, entonces cometen un error fundamental y es que indirectamente están dando justificaciones sólidas para quien consideran la violencia la única alternativa viable y posible para cambiar el actual estado de las cosas. 

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